¿Debe ser la igualdad el principio rector de la sociedad?

Si algo ha caracterizado la historia de España es el privilegio. Privilegio de aquellos que estaban cerca de la corona y que monopolizaron el comercio de flotas a través de la Casa de Contratación de Indias, los privilegios otorgados a la oligarquía durante el franquismo o los privilegios de la oligarquía política y económica actual.

Ante esta realidad la idea de igualdad es muy atractiva, especialmente para el postmodernismo que ha terminado permeando muchos de nuestros valores culturales. El postmodernismo empezó diciendo que todas las opiniones son validas para terminar diciendo que todas las opiniones valen lo mismo. ¿Pero debe ser realmente la igualdad el principio rector de la sociedad y su valor supremo?

El grado de desigualdad material en una sociedad es importante. Ya Aristóteles nos prevenía que la desigualdad material era el principal enemigo de la República. Según él era, junto con la corrupción y el miedo a los abusos judiciales, causa de revoluciones.

Pero la desigualdad material tiene casi siempre su origen en la desigualdad de derechos. Toda tiranía se basa en la desigualdad ante la ley. La desigualdad ante la ley crea privilegios económicos en forma de monopolios, aranceles, tarifas, subvenciones, exenciones fiscales, trabas al librecomercio, corrupciones, licencias, regalias, etc... que los privilegiados aprovechan extraer y capturar rentas, es decir para amontonar riquezas a expensas del pueblo sin justicia en proporción al mérito de cada uno, es decir para redistribuir la riqueza. Pero esta redistribución no ocurre del rico hacia el pobre mediante la solidaridad y la fraternidad, sino que se redistribuye del pobre hacia el rico mediante la opresión y el abuso.

Está claro que una verdadera economía social de mercado sólo puede funcionar cuando todos los actores juegan en la misma cancha y con las mismas reglas. Además también es necesario tener acceso a poder desarrollar las habilidades para poder competir. 

La parte social proviene de la transferencia de una porción de aquellos que tienen la suerte o habilidad de triunfar a aquellos que no mediante la solidaridad y la fraternidad. Esta última también entendida como la responsabilidad social de la empresa hacia sus accionistas, empelados, clientes, proveedores, medioambiente y sociedad en general. Ésta es la única forma de que el partido se siga jugando permanentemente sin terminar a golpes. El gobierno cumple la misión de la redistribución, velar por que el juego se mantenga en la cancha y también proveyendo el necesario entrenamiento para desarrollar habilidades. El gobierno es un servidor de la sociedad, elegido por esta misma.

Cuando el gobierno no cumple esta función sino se dedica a dar privilegios a unos a costa de otros mediante monopolios, licencias, corruptelas, etc... entonces es cuando,  en base a esa desigualdad ante la ley en forma de privilegios ilegítimos, se incrementan las desigualdades materiales.

Visto esto, podríamos caer en la tentación de tratar de ir más allá de la igualdad ante la ley y hacer de la igualdad el principio básico rector de la sociedad, o incluso buscar la igualdad material. 

Procusto fue un dogmático de la igualdad entre los seres humanos. Tenía una cabaña en un lugar apartado y solitario cercano a Atenas. Cuando algún viajero llegaba a ella, cumplía con las sagradas reglas de la hospitalidad facilitándole cobijo y ofreciéndole su propio lecho para descansar . 

Luego, cuando el huésped estaba dormido e indefenso, Procusto lo ataba para iniciar la ceremonia de la igualdad. Atado e inmovilizado sobre el lecho, si era de corta estatura estiraba al peregrino descoyuntándole los huesos hasta alcanzar la exacta medida del lecho. Por el contrario, si era de alta estatura solventaba el asunto cortándole los pies o la cabeza hasta acomodarlo al tamaño de su lecho.

El lecho de Procusto era la medida exacta del ser humano, el ideal de la igualdad material del hombre. Un principio, en la mente de Procusto, al que debían subordinarse todas las demás virtudes.


El pueblo que concibió la idea de isonomía (igualdad ante la ley) como un pilar básico para la organización humana nos dió también el mito de Procusto para que no confundiéramos jamás la isonomía, con la igualdad material y para advertirnos de las consecuencias de creer que la igualdad material debe primar sobre cualquier otra consideración.

Evidentemente el tema de la igualdad en una sociedad, como la española y como la canaria, acostumbrada al privilegio ilegitimo y a la desigualdad, es muy atractivo. Pero lo contrario al privilegio no es la igualdad sino la imparcialidad, es decir la igualdad ante la ley y la igualdad de derechos y obligaciones,.. porque recordemos que todo privilegio se basa en la desigualdad ante la ley.

Si hacemos que la igualdad prevalezca sobre la libertad en el ámbito cultural lo que estamos forzando es que todos tengamos que pensar y sentir lo mismo. Eso también es muy español, siendo la Inquisición un ejemplo de las consecuencias de esa forma de pensar. 

¿es deseable la igualdad en el ámbito cultural y espiritual?
Y es que la gente confunde universalidad con uniformidad y no es así. La verdadera universalidad es la fraternidad en la diversidad. La verdadera universalidad es permitir el desarrollo de las individualidades de forma fraternal, bien sean comunidades, sociedades o individuos.

Por su parte, si aplicamos la igualdad como valor que ha de regir en el plano material todos debemos tener los mismos talentos, habilidades y dones. Por ejemplo todos debemos ser iguales jugando al fútbol, no pueden haber futbolistas mejores que otros. Todos los médicos han de tener el mismo talento, no puede haber médicos mejores que otros, lo mismo para los físicos, los electricistas, los albañiles, los informáticos.



El problema es que en este mundo idílico de armonía social fascista/comunista en donde todos somos iguales en el plano material, la historia demuestra que siempre hay algunos que son más iguales que los demás.....


En ese mundo de negación de la individualidad, donde impera la mediocridad, el talento no es tolerado. al que sobresale hay que cortarle las piernas como Procusto.

En la actualidad el postmodernismo, confundiendo isonomía con igualdad material, se ha optado por forzar un modelo igualitario, basado en un consenso de esfuerzo mínimo y el destierro de la iniciativa y la excelencia.

Este principio de igualdad material, ha presidido primero la enseñanza y la política y posteriormente la empresa. Se ha procurado así desterrar el esfuerzo y la excelencia, para conseguir mediocridades igualadas, con el talento amputado no sea que amenacen el privilegio desigualitario de los mediocres y demagogos que detentan el poder.


Otros como Steve Jobs, los fundadores de Google u otros dirigentes brillantes han pensado de forma muy distinta. Para ellos es absurdo contratar a gente inteligente para decirles lo que tienen que hacer, cercenándoles así el talento y la iniciativa.

Esto no es nuevo, de hecho los ilustrados que inspiraron la Revolución Francesa, entendian  que el talento personal era patrimonio de la República que estaba obligada a cultivar y cuidar la excelencia, para servirse luego de ella. Hoy, al contrario, prima la vulgaridad, algo mucho mas manejable y controlable.
En una sociedad extractiva y opresora, el talento está coartado por el inmovilismo de la oligarquia y de gran parte del pueblo. En una sociedad inclusiva, por el contrario, cada individuo debe ser libre para desarrollar sus talentos, sus habilidades, sus potencialidades, aportar valor a la sociedad y progresar en su desarrollo espiritual. Lo otro es generar sociedades castrantes que limitan nuestro desarrollo y nuestro potencial como individuos y como colectivo.



Pero claro la sociedad en que vivimos está muy lejos de eso. Al negar la meritocracia caemos necesariamente en el privilegio, y la  mediocridad que genera hace que aflore el síndrome de Procusto, es decir, el conjunto de actos que despliega un dirigente, para impedir que sobresalga el que tenga más talento o el que aporte un esfuerzo mayor que el resto.


En esto de cortar piernas y alas también tiene que ver la envidia y los complejos de inferioridad. Como dijo recientemente el Papa Francisco “La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir, yo me siento tan abajo que en vez de subir bajo al otro”, pero eso es materia para otro artículo.

El postmodernismo empezó por decir que todas las opiniones son válidas para terminar diciendo que todas las opiniones valen lo mismo. Lo cual es falso. Hay que diferenciar entre opinión y opinión formada. Todo el mundo puede tener una opinión, pero solo podrán tener una opinión formada aquellos que posean los conocimientos y la experiencia necesaria sobre el tema.
En cierta forma igualdad y libertad se han contrapuesto, en el imaginario postmoderno, como si fueran antagónicos. Durante el siglo XX la izquierda enarboló la bandera de la igualdad (material) mientras que la derecha enarboló la bandera de la libertad (combinada con jerarquía y poder natural...) De la misma forma que el usar la igualdad como principio recto implica que todos tenemos que pensar y sentir lo mismo, usar la libertad de esa forma significa que el que tiene poder pueda hacer lo que le de la gana, pisoteando los derechos de los demás.

Libertad e igualdad pasaron a ser opuestos (en lugar de complementarios) por una sencilla razón; olvidaron que el valor sobre el que hay que cimentar una sociedad no es ni la libertad ni la igualdad sino, en todo caso, la justicia y la fraternidad. La justicia se define como el principio moral o virtud que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece ...lo cual lleva implícita el concepto de igualdad de oportunidades, meritocracia y libertad responsable. Para que exista justicia en una sociedad debe existir igualdad ante la ley, libertad en lo personal y fraternidad en lo económico.


Para entender la fraternidad y como se compagina con la igualdad y la libertad baste leer uno de los mejores discursos contra el absolutismo y la tiranía en general, jamás escrito. En 1548 un joven de tan solo 18 años llamado Étienne de La Boétie escribio el Discurso sobre la servidumbre voluntaria.

Étienne afirma que la libertad es la naturaleza del hombre y que si todos somos iguales nadie tiene derecho a coaccionar la libertad de nadie, Pero no olvida que a la igualdad de derechos y a la libertad innata del ser humano hay que complementarla con un sentido de fraternidad que hace de los siguientes párrafos de dicho discurso son la mejor descripción de la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad que he leido nunca.

Lo que es claro y evidente, de manera que nadie puede ignorarlo, es que la naturaleza, ministro de Dios, gobernante de los hombres, en cierto modo nos ha creado y vertido en el mismo molde, para mostrarnos que todos somos iguales o, mejor dicho, hermanos. Y si en la distribución que ha hecho de sus dones ha otorgado ciertas ventajas corporales o espirituales a algunos, no por ello ha querido colocarnos en este mundo como si nos encontrásemos en un campo de batalla, ni ha enviado aquí a los más fuertes o diestros, ni a los más astutos, para que actúen como bandoleros armados ocultos en un bosque para que puedan maltratar a los más débiles. 
Más bien bien parece que con la diferencia de fortunas y de fuerzas ha querido dar lugar a ejercer el amor fraternal, concediendo a unos la facultad de dar y a otros la necesidad de recibir. Y ya que la buena madre naturaleza nos ha dado a todos toda la tierra por morada, nos ha ofrecido un mismo alojamiento y nos ha vaciado en un mismo molde a para que cada uno pueda mirarse y reconocerse ecomo en un espejo representado en la persona de su semejante; ya que nos ha dado a todos el bello regalo de la voz y de la palabra para que nos reencontremos y fraternicemos, y para que se produzca, a través de la recíproca declaración de nuestros pensamientos, la comunicación de nuestras voluntades; ya que ha tratado de estrechar los nudos de nuestra alianza inspirándonos inclinación a la sociedad; ya que ha demostrado a través de todas las cosas que no sólo nos quería unidos sino que fuésemos como un sólo ser... ¿cómo dudar entonces de que todos somos libres por naturaleza, siendo todos compañeros, siendo todos iguales?  No, el entendimiento humano se resiste a aceptar que la naturaleza haya colocado a nadie en situación de servidumbre ni pueda tolerar la esclavitud habiendo grabado tan profundamente en nuestros corazones el eterno principio de la igualdad. 
Pero inútil es debatir si la Libertad es natural al hombre, cuando está probado que el estado de la esclavitud es un ultraje hecho a su naturaleza y a su amor propio. Lo que falta ahora es manifestar que, no tan solo estamos en absoluta posesión de nuestros derechos, sino que también se alimenta en nosotros una vehemente inclinación a defenderlos. 

Cuando entendemos que la libertad es naturaleza innata del hombre porque todos somos iguales y nadie tiene derecho a relegar a otro a la servidumbre. Cuando entendemos que la base de la fraternidad, de la solidaridad está precisamente en la desigualdad material. Cuando entendemos que la desigualdad material debe ser el fruto del mérito, ya que de lo contrario será hija del privilegio. Cuando entendamos que el hombre a de ser libre para desarrollar sus potencialidades, Cuando entendemos que la universalidad no es uniformidad igualitaria sino la fraternidad en la diversidad,... entonces, y solo entonces, habremos vencido por fin al fantasma de Procusto.

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